Alita (17 de Octubre del año 1097 d.C.)

17 de Octubre del año 1097 d.C.
(Hace 12 días) De: Alita Para: todos
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Druida bárbara
Alita
Consumida por la desidia. Las horas muertas cual hojas de roble en noviembre. El azar ha tirado sus dados y ha acertado de lleno. No yo. No. Trémula brizna de hierba, tallo de narciso recio por fuera y hueco por dentro, diminuto pétalo de jazmín que baila inerte a la música azarosa de la brisa otoñal de este mar. Así mi corazón siente. ¿Resignación? Mar y cúpula celeste me envuelven en su manto azulado roto únicamente por los tintes sangrientos del amanecer y del ocaso. La caliza tierra de Sicilia y Calabria, rota únicamente en la primera por los incontables castillos que la hienden, se confunde en su naranja pálido con la bermeja puesta de sol que, en su inmensidad, tiñe mar, tierra y cielo de un violeta clerical. Aroma de flor de lilas inundan cada rincón de los drakkers guiándonos hacia tierra firme.
En estas horas crepusculares miro mis manos, teñidas del ocaso, que rememoran las batallas y las heridas sufridas en ellas. En mi locura quise repetir las batallas de Svöld y de Hedeby. Observo mis armas, el doble filo de mi espada, la larga, delgada y afilada hoja de hierro de mi lanza... el cuchillo que tanto hube de usar en los campos de batalla... Pienso en mis adversarios... aquel Jean Jacques Rousseau que abandonó el mundo en vida y que permitió que creara mi ejército. Lady Angélica VII, de infinita paciencia. En Montaner, Longestic, Joaon, Huma Redblood, Carlos VIII, Guacimara, Antíoco de Vaas, Arn Magnusson, y, claro está, el gran rey cristiano Oenomaus, verdadero adalid y ejemplo de una buena defensa. Todos ellos cristianos y eclesiásticos, objetivos de una revelación soñada y que, quizá, no fuera más que eso: un sueño. Y en mis campañas hube de alimentar a mis hombres saqueando tierras de otras gentes como los hebreos Meyer Lanski, Dientes de Sable y Massimo, pero también de eclesiásticos como Olvido...
Miro al horizonte... recuerdo al bárbaro Chesoj, aquel anciano al que ayudé a viajar a Asgard... su gran drakkar ardiendo en el tránsito hacia el Palacio de las Mil puertas de Odín... y recuerdo también la bravura, fuerza, coraje y valor del bárbaro Furcas, un modelo para los hombres del Norte...
¿Y todo ello para qué? Temerosa, me veo obligada a confesármelo, a confesarlo. Yggdrasill ha muerto. Y ni Loki envía sus hordas, ni Odín despliega a los valar. Si es que Yggdrasill jamás existió... Las historias de mi pueblo que narraban las atrocidades de los hombres del sur han quedado en eso, en relatos contados en los largos inviernos junto al hogar. Aun puedo contemplar los ojos taladrantes del Papa y del Gran Hebreo. Veo toda esa extraña gente conviviendo pacíficamente y sin comerse unos a otros... empiezo a entender la razón del comportamiento de sus campesinos. Mal que me pese he de empezar a sopesar que, quizá, estaba equivocada...